30 julio, 2010

MUSEO TUMBAS DEL SEÑOR DE SIPÁN


El descubrimiento de la tumba del Señor de Sipán, gobernante de la cultura Mochica en Perú, es, junto con los Guerreros de Terracota en Xian, China, uno de los más importantes hallazgos arqueológicos delas últimas décadas. La portada del New York Times, entre las muchas publicaciones internacionales que le dedicaron artículos, resaltaba la frase “Hazte a un lado, Tut” en referencia a la famosa tumba egipcia de Tutankamón.


El Museo Tumbas Reales del Señor de Sipán, en Lambayeque, al norte del Perú, obra del arquitecto Celso Prado Pastor, muestra en detalle los contenidos de este hallazgo y es (lo digo sin chauvinismos) uno de los más emocionantes museos históricos que haya visitado, tanto por la extraordinaria calidad de la muestra que allí se expone, como por la museografía, que recrea la aventura de los arqueólogos que descubrieron el más importante tesoro funerario de las Américas.

Foto cortesía de Michael Tweddle

EL DESCUBRIMIENTO DEL SEÑOR DE SIPÁN

El prestigioso arqueólogo Dr. Walter Alva, entonces director del Museo Brüning en Chiclayo, fue informado de la recuperación de diversas joyas y artefactos de manos de saqueadores. Entre ellos se encontraban impresionantes piezas de oro de la cultura Moche que habían sido encontradas en la zona de Huaca Rajada, cerca de Sipán, al norte del Perú. Era 1987, y el Perú atravesaba por una dura crisis económica, además del azote del terrorismo. La limitada dotación policial no se daba abasto para controlar el saqueo constante de las tumbas. Entonces, con un poco de apoyo privado y mucho entusiasmo, Alva y un grupo de arqueólogos iniciaron excavaciones arqueológicas en la zona antes mencionada.


Imagino la emoción de este estoico equipo al encontrar la tumba intacta de un gran Señor Moche, el equivalente al Inca de esta cultura, ya que tenía poderes administrativos y religiosos. El monarca había sido enterrado con un impresionante atavío de joyas de oro y plata, pero además con sus esposas, un niño, dos llamas, un perro, un soldado (al que se le había amputado una pierna) y un vigía, dispuestos en sucesivas cámaras hechas de madera de algarrobo.


No solamente se encontró una tumba sino, posteriormente, un total de 18 esqueletos ataviados, que permitieron dar un nuevo enfoque al conocimiento que se tenía de la cultura Moche.

El siguiente vídeo da cuenta de este descubrimiento.


Luego de 1500 años los vestigios del monarca estaban bastante deteriorados, por lo que para su recuperación y restauración se contó con la cooperación alemana.


Mientras tanto, había que buscar un terreno para construir un museo apropiado que albergara semejante descubrimiento (no faltaron funcionarios que quisieron acondicionar edificios existentes, pero Alva insistió en que se llevara a cabo un museo ad hoc).


Museo Tumbas del Señor de Sipán durante su construcción. Foto cortesía de MTSS.


La cooperación suiza donó una quinta parte del presupuesto, pero al ser requeridos más fondos el restaurado Señor de Sipán inició un recorrido por Norteamérica, Asia y Europa, convirtiéndose en una exposición bastante concurrida durante su periplo. Finalmente el gobierno peruano completó la partida presupuestal y donó un terreno de 7 has. en l Lambayeque, pequeña ciudad que sin embargo cumplía las condiciones requeridas para acoger este equipamiento, y que sería beneficiaria del gran impacto que el museo supondría.

Junto al Dr. Walter Alva en Lambayeque. Sencillo y amable, a él le debemos tanto el descubrimiento de la tumba del Señor de Sipán, como la gestión y promoción del Museo de este patrimonio.

EMPLAZAMIENTO
El museo se ubica en la pequeña ciudad de Lambayeque, a 10 km de Chiclayo. Dada la generosidad del área del terreno el edificio se retira de la vía, lo cual favorece su contemplación.
Precisamente, el arquitecto se vale de los estacionamientos y de un amplio jardín de césped para establecer un ámbito espacial intermedio entre el museo y la vía principal.


CONCEPTO
Es obvia la inspiración del proyectista en temas mochicas: las rampas, los taludes, la forma piramidal y masiva del edificio, el color, el uso de una plaza hundida previa, etc. son reminiscentes de la arquitectura monumental moche. No me pareció, sin embargo, que en general el arquitecto haya caído en el facilismo de copiar elementos icónicos y adosarlos como pastiches en un edificio anodino. Por el contrario, me parece una obra de arquitectura contemporánea, con expresión y sintaxis propias, y cuyo homenaje al legado histórico ha pasado por un estudiado proceso de abstracción.


La fachada del lado Este es de color rojizo, masiva y corpulenta, rítmicamente dividida por unas bruñas amarillas, que acompañan la pendiente y al mismo tiempo evidencian la pensada modulación del edificio. Los colores del conjunto recuerdan también a los utilizados en la Huaca de la Luna.

Foto cortesía Monarcaxx

Vista nocturna del muso antes de su inauguración, cortesía de ARKINKA.

La fachada resalta la forma de los prismas que se engarzan a 45 grados, dejando leer la geometría cuadrada de su generatriz. En ellos se ubican cinco esculturas de bronce que replican los estandartes hallados en la tumba.


A la fachada este se contrapone la cara sur, más escultórica y transparente, que enfrenta a la plaza hundida. Aquí se hace clara la colisión de los prismas que generan entre sí el espacio para una mampara trabajada con una trama metálica azul girada, que conforma la salida del museo. ¿Sería ésta acaso una referencia a los paños que se encuentran en los murales de la Huaca de la Luna?


En todo caso, hay quienes critican esta puerta por tener un lenguaje “postmodernista” o también por evidenciar que el edificio es hueco, y no macizo como una auténtica pirámide moche.


Personalmente creo que el tema del estilo de la puerta es secundario. Lo que sí, si alguna crítica tuviera que hacerle al edificio es que la espectacular parafernalia volumétrica del exterior no se evidencia claramente desde el interior, y como se podrá evidenciar en el estudio de las plantas, la organización espacial es bastante simple, aunque por otro lado devela un gesto de humildad del arquitecto, al declinar cualquier protagonismo del continente a favor del precioso contenido.


Fachadas y cortes del museo.

La plaza hundida, además de ser una expansión a la salida del museo, es otra referencia a la arquitectura moche. Sin embargo, un elemento contemporáneo es la modulación, que se hace evidente en la trama amarilla de los pisos y que corresponde con las bruñas del conjunto.


Otro elemento interesante en el volumen es la rampa, que ha sido separada del volumen principal por un puente para no quitarle pureza a la volumetría del museo.


La organización museográfica del edificio no es simplemente un conjunto de joyas expuestas, sino que conduce al visitante a través de un recorrido que intenta replicar la experiencia del descubrimiento de la tumba por los arqueólogos. Para ello el arquitecto se sirve de un recurso fenomenológico: conduce al visitante al tercer nivel a través de la rampa, a la manera de los antiguos centros religiosos como la Huaca de la Luna, para luego ir descendiendo al interior del museo hasta terminar el recorrido en la plaza hundida.


DISTRIBUCIÓN

La rampa culmina en una marquesina que evoca el mismo lenguaje de la puerta de salida sur.


Posteriormente, se ingresa a una cámara oscura, que evoca a alguna galería subterránea. La atmósfera general del museo es oscura, por momentos un tanto ófrica, en contraposición a otros museos generosamente iluminados por luz natural.


Pero es esta semi penumbra la que permite admirar, por contraste, los artefactos de metales y piedras preciosas, puntual y dramáticamente iluminados para tal fin. No se trata solamente de un aspecto estético, sino funcional, ya que la luz solar daña los objetos mostrados.


La muestra está organizada en 10 temas. Al ingresar por la tercera planta se ubican temas sobre la Cultura Mochica y la circulación va conduciendo al visitante en una muestra ubicada en S y que lo pone en contacto con aspectos generales de esta cultura, como arquitectura, pesca, orfebrería, etc. así como su particular cosmogonía. Hay también equipamientos de apoyo, como una sala de vídeo que se halla adosada lateralmente.


Tercera planta

Tras descender por unas escaleras laterales hallamos la segunda planta, que se desarrolla en torno a la Tumba del Señor de Sipán, que ocupa el centro del espacio y conforma el eje de la muestra.


En este nivel también desarrollan temas como el Santuario de Sipán y las Tumbas Reales, la Investigación Arqueológica, la, la Tumba del Sacerdote. Es en este nivel donde se pueden ver algunas de las joyas más impresionantes de toda la colección, trabajadas en oro y plata o también la increíble restauración de los collares de pequeñísimas cuentas que adornaban el pecho del Señor.

En el nivel inferior se puede ver también la Tumba del Señor de Sipán abierta en un lado. La acompañan otras tumbas, La Tumba del Viejo Señor de Sipán, temas de conservación y restauración y la tumba saqueada.
Tumba del Viejo Señor de Sipán, probablemente un ancestro del Señor principal.

Primera Planta

Hay también aquí una detallada recreación del mundo mochica hecha con maniquíes animados y juegos de luces. Estos maniquíes hiperrealistas, realizados por Edilberto Mérida y Eva Centeno, se hicieron usando modelos reales buscados en las zonas rurales de la región, teniendo en cuenta características antropomórficas de los huaco retratos moche.


BONUS

A unos 50 m del museo los investigadores han realizado una reconstrucción de un barrio mochica, utilizando la evidencia provista de la cerámica y el arte de esta cultura. Utilizando barro y madera de algarrobo y colores presentes en otras ruinas, se hallan habitaciones sencillas, de techos ligeros, paredes lisas y aberturas que facilitan la ventilación. Un interesante complemento al muso para tener una experiencia más real del modo de vida y la vivencia del espacio de esta antigua cultura americana.


VER TAMBIÉN
- CULTURA MOCHICA
- MUSEOS HISTÓRICOS

Nuestro agradecimiento al Sr. Rivadeneyra y su familia por su gentil hospitalidad.

28 julio, 2010

PIRÁMIDES MOCHICAS: HUACAS DEL SOL Y DE LA LUNA


Cuando se habla de arquitectura precolombina en Sudamérica y en particular el Perú, se tiende a pensar únicamente en los incas. Lo cierto es que la civilización incaica se desarrolló durante apenas un siglo, pero lo hizo sobre la base de un antiguo legado cultural y tecnológico que se experimentó en territorio andino a lo largo de varios miles de años.

Una de estas importantes experiencias proviene de la cultura Mochica o Moche, desarrollada en el desértico norte del Perú, cerca a la ciudad de Trujillo, entre los siglos I y IX.


Hábiles agricultores, lograron irrigar la árida tierra alrededor del valle del Río Moche. Gracias a sus dotes guerreras pudieron expandirse a lo largo de un amplio territorio en la costa norte peruana. Además, desarrollaron una compleja sociedad teocrática que buscó expresar su poder mediante la construcción de grandes estructuras y ciudades de adobe (material predilecto ante la ausencia de piedra), matizadas por la ejecución de sanguinarios rituales. El arte mochica se plasmó en el colorido decorado de las paredes de sus templos y sus impresionantes cerámicas, llamadas huaco-retratos, por la perfección ejecutada en ellas.

Detalle de la Huaca de la Luna.


Las llamadas Huacas del Sol y de la Luna son los exponentes más conspicuos de la antigua capital mochica. Visité las huacas de niño con mi padre y luego como estudiante de arquitectura, sin embargo tuve mucho interés en visitarlas otra vez recientemente, ya que era inevitable evitar hacer un paralelo entre estas pirámides de adobe y los Templos del Sol y de la Luna en Teotihuacan, México. Para mi sorpresa, el nombre de Huacas del Sol y de la Luna les fue dado por Julio C. Tello, precisamente en una referencia a los templos mexicanos, pero que no corresponden a la verdadera función de las estructuras peruanas. Otra sorpresa más fue que en lugar de la Avenida de los Muertos que separa ambos templos en Teotihuacán, se ha descubierto una ciudad enterrada entre las dos huacas mochicas.


Restos de la ciudad entre las dos huacas, que contiene grandes avenidas, plazas, callejuelas y pasajes.

LA CULTURA MOCHE

Entendiéndose en la desértica el Norte del Perú entre los siglos I y VI d.C. los Moche tuvieron que enfrentar un medio difícil. Basándose asímismo en las experiencia de anteriores culturas como Cupisnique y Salinar, se hicieron expertos en irrigación de zonas desérticas. Su habilidad artística y rica iconografía los convirtió en los mejores ceramistas del antiguo Perú. Además, la abundancia de metales preciosos los hizo diestros orfebres, herencia que legaron a posteriores culturas como Chimú y Lambayeque. Para más información sobre la cultura Moche, vía Yachayhuasi de Historia del Prof. Arturo Gómez).


¿QUÉ SON LAS HUACAS?

La voz quechua "huaca" se usa para designar un elemento sagrado en el paisaje andino prehispánico. En los Andes centrales se le asocia con construcciones o montículos de tierra, que fueron evolucionando desde hace cerca de 4000 años. En la sierra sur peruana, en el área de influencia de los incas, las huacas son elementos más sutiles y no necesariamente construidos (una roca, una montaña, un manantial, etc.) o bien integrados parcialmente a la naturaleza, como en el caso de Qenqo, por ejemplo.

Izquierda, Huacas de la costa norte. a) Miguelito, Valle de Zaña. b) Teodora, Valle de Zaña. c) Chotuna, río de La Leche. Derecha: Forma típica de las pirámides con rampa. Ilustraciones cortesía del Arq. Carlos Williams, en su Arquitectura y Urbanismo en el Antiguo Perú.

EMPLAZAMIENTO
"La ciudad de Moche se emplaza al pie del Cerro Blanco a unos 6 km del litoral, en la margen izquierda del valle Moche y en una localización estratégica con relación a los sectores que concentran la mayor extensión de tierras agrícolas. Estas tierras, ganadas al desierto, fueron fertilizadas por un complejo y extenso sistema de irrigación desarrollado por los moche, lo que les permitió sostener una economía agrícola capaz de generar grandes excedentes productivos."

Imagen y texto tomados de la explicación en la propia Huaca de la Luna.

EL CERRO BLANCO Y LA ROCA SAGRADA

Si bien la mayoría de textos se centran únicamente en la descripción de las dos Huacas, durante la visita pude constatar la importancia que tiene el Cerro Blanco dentro de la organización espacial del conjunto y el papel protagónico que tiene en la percepción del paisaje y parece tener un rol simbólico como protector de la ciudad. Así como no se puede separar al Huayna Picchu de la ciudadela de Machu Picchu, así tampoco es posible deslindar al Cerro Blanco de la capital mochica.

Ubicación de las Huacas del Sol y de la Luna, entre el Valle del Moche, el Océano Pacífico y el Cerro Blanco.
"El Cerro Blanco constituye un hito paisajístico prominente en el valle de Moche. Sus singulares características naturales, dominando con su majestuosa forma piramidal el valle de Moche, debieron atraer la atención de sus moradores ancestrales [...]


Esta especial aura del Cerro Blanco no fue ajena a los Moche y es de suponer que en la elección de la localización de su asentamiento principal este hito natural asumió el rol del cerro tutelar, propio de la cosmovisión de las sociedades andinas.


En la religión Moche se registra un espacial culto a las montañas, posiblemente asociado a la proveniencia de las lluvias y la fertilidad agrícola. En este contexto, un afloramiento rocoso cuyanaturaleza espacial reproduce en menor escala la silueta del Cerro, es integrado a las edificaciones del complejoy valorado como roca sagrada. Las excavaciones arqueológicas han logrado un descubrimiento impactante, revelando que al pie de esta roca culminaban los rituales ceremoniales que comprometían el sacrificio de prisioneros."

Imagen y texto tomados de la explicación en la propia Huaca de la Luna.

HUACA DEL SOL

A pesar de su nombre, aparentemente no tenía un rol religioso si no se trataba de un complejo administrativo. Sin embargo, otras fuentes consultadas como Régulo Franco Jordán, sostienen que Huaca del Sol "era también un centro religioso, cuya función estaría relacionada al mundo de los vivos, y en consecuencia se podría pensar en una dualidad de funciones para las dos huacas, y una bipartición de la ciudad" (Franco Jordán, 1998).

Probablemente su planta fue en forma de cruz y contenía varias terrazas superpuestas y volúmenes escalonados en forma de talud.
Con sus 342 x 159 m y 28 m de altura en su cuerpo central (según Mansfield Hastings y Moseley, 1975) es la segunda pirámide de adobe más grande del mundo, después de la de Sechín Alto en Casma.


Durante la colonia, una “Compañía de buscadores de Tesoros” en su codicia por obtener oro lo más pronto posible, desvió el curso del río Moche para que erosionara la estructura de adobe y así acceder fácilmente a su interior. Los españoles no encontraron oro, pero sí ocasionaron un grave daño al monumento. Como puede verse en la fotografía satelital, el lado sur y oeste ha desparecido por la irrigación del valle. Sin embargo, gracias a esto es posible determinar el método constructivo de los antiguos mochicas.


El arquitecto Carlos Williams en su indispensable “Arquitectura y Urbanismo en el Antiguo Perú” anota:
“Mansfield Hastings y Moseley (1975) han estimado que en la construcción se utilizaron 143 millones de adobes. Los adobes son todos paralelepípedos aplanados, de una dimensión que varía entre 40 x 27 x 16 a 23 x 17 x 12 cm. Se utilizó barro de varias canteras y se ejecuataron a molde de 4 lados. Los moldes fueron de caña que ha dejado sus improntas en el barro húmedo. Una característica notable […] es que tales adobes llevan marcas que identifican a sus constructores. Las marcas fueron hechas con los dedos sobre barro húmedo y consisten en puntos y rayas. Las mismas aparecen en adobes de la Huaca de la Luna, pudiéndose afirmar su contemporaneidad en algunos momentos de su historia[…].

La planificación general y la organización del trabajo sugieren, contrariamente, un seguro dominio de la forma y un alto nivel de organización.

Estos métodos de ejecución de obras con el concurso de comunidades asociadas son un rasgo fundamental en la historia cultural andina. Su presencia en Moche confirma su continuidad en el tiempo y en el espacio de los Andes Centrales”.

Las fotos de los adobes corresponden a la Huaca de la Luna

HUACA DE LA LUNA

El templo principal de la cultura Mochica fue la Huaca de la Luna, separada 500 m de la Huaca del Sol. Sus dimensiones abarcaban un área de 290 x 210 m, orientada de norte a sur.


En realidad se trata de una serie de construcciones superpuestas correspondientes a diferentes épocas, incluso siglos de diferencia. Como nos comentara la guía, no necesariamente se trataba de restauraciones, sino que implicaba el surgimiento de nuevas dinastías, que construían una pirámide sobre la anterior.

La Huaca se compone de una gran plataforma construida de abobe sólido, ubicada en la esquina suroeste del monumento. La segunda plataforma se halla en la esquina sureste y la tercera en la esquina noreste. Estas plataformas se conectaban a través de cuatro plazas que se emplazaban a distintas alturas. La plaza más grande (180 x 100 m) y acceso al conjunto se ubica al norte (esta es en realidad una característica común a las construcciones mochicas). La segunda plaza se encuentra frente a la primera, pero 3.5 m más arriba. La tercera y cuarta plazas eran más pequeñas y se encuentran en la parte superior del conjunto.


La plaza principal era decorada con motivos de guerreros, y aquí se llevaban a cabo sacrificios humanos.


En contraste con el sobrio minimalismo de los incas, las construcciones mochicas estaban te decoradas con murales policromáticos que alternan tonos rojos, amarillos, azules, blancos y negros en la representación de motivos guerreros y religiosos. Particularmente notable es la figura del Dios Degollador o Ai apaec.


Continúa Carlos Williams:

"Tales pinturas no eran solamente decorativas, aunque cumplieron un rol vivaz al incorporar el color y el ritmo a los finos enlucidos de barro de los muros de los recintos principales. Tuvieron significado. Fueron jeroglíficos. Parte de una semántica ahora olvidada."



Las composiciones murales mantienes características comunes a otras culturas en el arte peruano: patrones geométricos, simetría, figuras antropomórficas, colores planos.

"Las bellas y sugerentes obras murales vinculadas a moche fueron realizadas sobre fondo blanco aliado y pintado de blanco. Se trazó una incisión leve, con trazo seguro, que después fue pintada de negro. Las superficies así delineadas fueron pintadas con rojo, rosado, amarillo, azul, marrón, en colores planos, sin degradé."
***

Imagino pues la potencia de este paisaje artificial creado en un medio inhóspito, presidido por la forma cónica del Cerro Blanco y secundada por las imponentes moles de adobe. Los habitantes de la ciudad debieron haberse sentido sobrecogido por la imponente presencia de estos gigantes monumentos entonces polícromos, y danzas y rituales debieron haber poblado sus plazas, además de numerosos sacrificios humanos a fin de aplacar la ira de los dioses, siempre sedientos de sangre.


Estas enormes pirámides debieron también haber impresionado sobremanera a los incas a su paso por estos territorios durante la conquista del norte. A pesar de haber estado abandonadas ya por 500 años en ese entonces los incas no pudieron dejar de asignarles un significado sagrado y llamarlas "huacas".


Al final, encontré esta visita sumamente interesante y, gracias a los recientes descubrimientos arqueológicos, pude ver mucho más de lo que había visto en oportunidades anteriores. Con los fascinantes planes de excavación y las muchas cosas por descubrir, así como la implementación del museo de sitio en construcción, la antigua capital Moche promete mostrar muchos más de sus tesoros ocultos en un futuro cercano.

VER TAMBIÉN
- PIRÁMIDES Y TUMBAS


Con Luis Kobata, Anthony Kunno e Yván Sánchez, la gente de Laboratorio de Arquitectura- Perú, saboreando los deliciosos frutos del mar y unas chelitas en Huanchaco. Tuvimos el gusto de conocerlos por primera vez en el viaje a Trujillo, y de disfrutar de la generosa hospitalidad norteña. Muy agradecidos, amigos.